Lo que 451 días en Segovia me enseñaron sobre la creatividad y la vida
- Julia Jakovleva

- 12 mar
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 30 mar
Hace 451 días, pensaba que la creatividad consistía en hacer más. Segovia me demostró que estaba equivocada.
Atención plena, observación y concentración
Cuando llegué por primera vez a Segovia, pensé que lanzarme a una actividad creativa constante me ayudaría a sanar y encontrar inspiración.
Creí que cuanto más capturara, más crearía. Así que hice lo que me pareció natural: agarré mi cámara y salí a explorar.
En mi segundo día, avisté globos aerostáticos flotando elegantemente sobre el río Eresma.
Los seguí, cámara en mano, persiguiendo momentos que no quería perderme.
Al día siguiente, la cencellada (una palabra poetica) cubrió el césped y brilló bajo la luz de la mañana. Una belleza delicada y fugaz que me atrajo.
Luego vino la neblina elevándose sobre el río, perfecta para encuadrar a los patos planeando...
Y más tarde, la llegada de cigüeñas migratorias posadas en los tejados.

Luego llegó la niebla, que sirvió como una suave manta para cubrir el paisaje urbano.
Cada mañana se convertía en una cacería. Globos, cencelláda, niebla, cigüeñas... A veces intentaba capturarlos todos a la vez. Irónicamente, cuanto más los perseguía, más me distraía.
Mi creatividad se convirtió en un torbellino de presión por “lograr un encuadre” y, sin embargo, muchos días volví a casa con imágenes que parecían apresuradas y poco satisfactorias.
No fue hasta que hice una pausa que entendí: la creatividad no se trata de capturar todo. Se trata de estar lo suficientemente presente para notar algo.
Las caminatas diarias me ayudaron a bajar el ritmo. Las meditaciones diarias de mindfulness me enseñaron que, al igual que los pensamientos errantes, la avalancha de estímulos visuales no era algo a lo que reaccionar, sino algo a lo que observar, respirar y reenfocar con delicadeza.
Así como volvía mi atención a mi respiración durante la meditación, aprendí a volver mi atención a una escena, un momento, un tema.
¿La ironía? Al centrarme en menos, me di cuenta de más. Me di cuenta de que la creatividad no consiste en hacer más. Se trata de ver más profundamente.
Resiliencia
Para el día 135, Segovia me enseñó una lección diferente: a veces, no importa cuán consciente seas, la vida te presenta obstáculos que no puedes superar ni siquiera respirando.
Un día, mis rodillas, que normalmente son muy confiables, decidieron que ya no podían más. Los paseos que antes duraban horas ahora terminaban en la puerta de mi casa. Cambié los senderos de montaña por aceras planas y los largos paseos fotográficos por breves aventuras con el apoyo de muletas.
Mi balcón se transformó de un lugar para secar la ropa a mi nuevo lugar creativo.
Las cigüeñas que anidaban en el tejado vecino se convirtieron en mis compañeras de la mañana y de la tarde.
Los globos aerostáticos que flotaban en el horizonte ya no eran objetos que perseguía por caminos sinuosos: se convirtieron en visitantes fugaces a los que daba la bienvenida en casa.
Algunos atardeceres, cuando aparecía un parapente ante mis ojos, me recordaba que estaba persiguiendo mis sueños.

Y cuando las cigüeñas y sus polluelos adultos emigraron hacia el sur en julio, me enfrenté a una elección: lamentar lo que había perdido o cambiar mi enfoque.
Elegí la segunda opción. Los videos reemplazaron a las fotos. La narración verbal reemplazó a la visual.
Grabé clips para mi nueva cuenta de Instagram, hablé frente a la cámara sobre cómo superar los bloqueos creativos (mientras trabajaba en los míos) y me sumergí en el aprendizaje: edición de videos, copy, hablar en público.
No fue el viaje que había planeado, pero en el día 233 aprendí que cuando una puerta se cierra, la creatividad encuentra otra forma de entrar, aunque sea a través de una ventana del balcón.
Intuición
Para el día 247, dejé de buscar respuestas afuera y comencé a escuchar hacia adentro.
Cuando pasas suficientes días contigo mismo (realmente contigo mismo), algo cambia.
El ruido externo se desvanece y comienzas a notar los sutiles empujoncitos que solías ignorar. Camina por esa calle. Lee ese libro. Haz una pausa por un momento más.
Resulta que no eran impulsos aleatorios, sino intuición, que siempre estaba ahí, esperando a que me calmara lo suficiente para escucharla.
Algunos días, me surgía un impulso repentino de ir a ver el pequeño supermercado que siempre ignoraba y encontraba una frutería adentro; otros días, un empujón para ir por una calle diferente y encontrar un pequeño parque con máquinas para hacer ejercicios. ¿Fue suerte? Tal vez. Pero después de suficientes “coincidencias”, comencé a confiar en esa atracción interna.
Trabajar de forma más inteligente, no más arduamente, se convirtió en mi nueva brújula. Menos persecución. Más recepción. Menos planificación. Más sentimiento.
Límites
Para el día 329, Segovia me enseñó que a veces decir “no” es como te dices “sí” a ti mismo.
El dolor tiene una manera de aclarar lo que importa. Los días que mis rodillas protestaban, yo escuchaba.
Cambié la ambición por la compasión, intercambiando largas caminatas por pasos cortos y significativos.
Cuando me sentí más fuerte, empujé suavemente, solo lo suficiente para alcanzar mi nuevo límite, sin pasar por encima de él.
Mis límites se extendieron más allá de mi cuerpo.
¿Conversaciones que me agotaban? Me alejé.
¿Obligaciones que parecían pesadas? Aligeré mi carga, a veces literalmente, llevando solo un lente en lugar de una mochila llena de equipo.
¿Y adivina qué? Las tomas sencillas dieron como resultado mejores imágenes. La simplicidad agudizó mi enfoque.
A veces, menos es más: menos peso, menos ruido, menos presión. Y en ese espacio encontré claridad.
451 días.
451 amaneceres y atardeceres. 451 oportunidades para observar, adaptarme, confiar y proteger lo que importa. No solo aprendí sobre Segovia, aprendí sobre mí misma.
Sobre cómo la creatividad no consiste en tener las condiciones perfectas, sino en presentarse con curiosidad, resiliencia, apertura y dejar que la vida te sorprenda.
Porque, como descubrí alrededor del día 213 (¿pero quién cuenta?), cada día contiene una lección, si estás dispuesto a prestar atención.
P.D. 1: Curiosamente, esta entrada del blog empezó como lo que Brené Brown llama un borrador de mierda. Tenía notas esparcidas por todas partes: ideas garabateadas en Notion, en mi teléfono, párrafos desordenados, pensamientos aleatorios sobre globos aerostáticos, mañanas brumosas y cigüeñas que hacen sonar sus picos. Era un caos. Pero ese es el punto: la claridad llega después de empezar. Al igual que esas caminatas diarias que comenzaron con distracción y terminaron con concentración, esta publicación evolucionó de un comienzo desordenado a algo con dirección.
P.D. 2: Incluso la elección de las imágenes para este post me recordó lo que Segovia me enseñó: menos es más. Tenía 100 imágenes que contaban fragmentos de este viaje, pero al final, tuve que centrarme en las que realmente importaban. Tal como sucede en la creatividad y en la vida.






































































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